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domingo, 12 de junio de 2011

EL PROFETA



Salió el profeta de la cueva donde habitaba, y habló a la muchedumbre que le aguardaba en el valle para oírle. Dijo el profeta con voz clara y vibrante:

-         ¡Escucha pueblo! Esto dice "El que debe ser escuchado": "He visto a los hijos de los hombres mirar hacia el suelo y no hacia el cielo. Agotado, ninguno de ellos me ayudó y herido me remataron. Llegará el día en que cansado vengue estas afrentas, llegará el día en que llore por ellos porque no lo haría si no fuese necesario. Un enviado me precederá para que tengáis tiempo de reparar vuestros errores.
Dicho esto, el profeta se metió en su cueva.

El pueblo obedeció al profeta y durante un año demostraron su arrepentimiento ante los ojos de "El que debe ser escuchado" y Él los perdonó.

Salió el profeta a hablarle al pueblo diciéndole:

-         Oíd a "El que debe ser escuchado": "Los hijos de los hombres han hallado la gracia ante mí. Durante siete años, reinará en mi pueblo la paz y la prosperidad. Pasado ese tiempo, el país de Seli os invadirá, de vosotros dependerá que yo os ayude a vencerlo." Así habla "El que debe ser escuchado".

Dicho esto el profeta volvió a su cueva.

Oído aquello, se dijeron los hijos de los hombres, "Arrasemos el país de Seli; de esta manera no nos invadirán dentro de siete años".

Los hijos de los hombres atacaron el país de Seli a sangre y fuego, matando sin excepción a todos sus habitantes. Nunca el dolor y las lágrimas fueron tan abundantes en el país de Seli.
Cuando volvían a sus casas les salió el profeta al camino y les dijo:

-         ¡Necios! ¿Creéis que así vais a contradecir Sus sagrados designios? Hagáis lo que hagáis se cumplirá lo anunciado, porque está escrito en el Libro de los Ancianos "Cúmplase lo dicho sin excepción".

Pero ellos se burlaron de él insultándole.

En los siete años que pasaron; los hijos de los hombres perdieron la gracia del que los creó y Él decidió olvidarlos, dejándolos a su suerte. Pasado el tiempo, volvieron al país de Seli sus hijos, que habían estado en la guerra a las órdenes del Faraón de Egipto. Cuando vieron su país arrasado, su odio se volvió contra los hijos de los hombres y los invadieron, matando a uno de cada dos y llevándose como esclavas a las vírgenes en edad de desposar. El hambre y la miseria quedaron tras las hordas del país de Seli.

Viendo todo esto, el profeta lloró por su pueblo e imploró clemencia a "El que debe ser escuchado". Sus ruegos fueron oídos y una voz le dijo en su interior:

-         Tu pueblo te sobrevivirá, y el lugar donde reposen tus huesos, permanecerá intacto incluso cuando acaben sus días los hijos de los hombres. He aquí mi orden: "No hablarás al pueblo mientras no te lo diga, hasta entonces tu boca permanecerá cerrada porque yo la sellaré".

 Y así se cumplió lo dicho durante siete años.

Acabado el plazo los hijos de los hombres fueron a la cueva del profeta. Este salió y habló a su pueblo:

-         Esto dice "El que debe ser escuchado": "Han terminado los días del que es mi voz ante vosotros. Será enterrado en donde vivió porque es mi voluntad. Pasados los días del duelo, desaparecerán los hijos de los hombres de la faz de la tierra gritando entre ellos ¡Dichosos los que habiten la tumba del profeta!".

Murió el profeta a los siete días, siendo enterrado donde estaba anunciado. Todo el pueblo lloró su muerte y fue honrado durante el tiempo que era costumbre.

 Pasados los días  de luto, el suelo se abrió y vomitó fuego de las entrañas de la tierra. Se abrieron las compuertas celestes y el agua cayó durante setenta días con sus noches. En medio de aquel cataclismo, la tumba del profeta permaneció al margen de la ira de los elementos.

 Todos los hijos de los hombres fueron exterminados, a excepción de un hombre y una mujer jóvenes que se hallaban orando ante la tumba del profeta, cumpliéndose las palabras "¡Dichosos los que estén en la tumba del profeta!".

"El que debe ser escuchado" sumió al hombre y  a la mujer en un letargo que duró siete días con sus noches. Transcurrido ese tiempo, los despertó y les entregó un jardín al que llamó Edén, para que lo habitasen. El hombre se llamaba Adán y la mujer Eva, y la historia de los hijos de los hombres comenzó de nuevo.


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