Emanas tus ojos teñidos de fe,
dices lo que nada insistieron.
Y miras un horizonte perenne
que existe,
que ama,
que suplica.
Te encadenas en ilusiones
deshechas de virtud.
¿Dónde eres?
¿Dónde estás?
¿Dónde el futuro que elegiste?
Y sigues con tu fe pintada en tu rostro
oteas horizontes salvadores desde la terraza.
Dices libre, gritas ven,
mientras los tules que te encadenan
arden
en un lloro perpetuo.
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