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lunes, 8 de agosto de 2011

LOS SABADOS DEL JESSY (Café Jessy)





 La única vez que se permitía entrar a los jóvenes en el Jessy eran los Sábados por la noche. Ese día los habituales se refugiaban en sus casas y el dueño duplicaba el valor de las consumiciones. La música subía sus decibelios retumbando en media manzana. Berny el policía recibía un sobrecito un poco más grande para que hiciese la vista gorda y todos contentos.

Aquella noche la juventud abarrotaba el local. Ella era rubia (presuntamente de bote) y tenía cuerpo perfectamente proporcinado, con un vestido estampado de colores tranquilos y tejido vaporoso. Estaba en la parte alta del local en una esquina, junto con una amiga morena (natural) que simulaba sus ojos claros con dos capas de sombra de ojos arriba y abajo. Él empezó a mirarla mientras charlaba con sus amigos; como no era habitual del Jessy no sabía si ella lo era y ella, atraída por la curiosidad, reparó en él. Comenzó una batalla de miradas de soslayo en la que ella comenzaba a perder terreno. La mirada masculina que le dirigía no era ni de deseo ni de caza, sencillamente la miraba de vez en cuando y cuando se ponía de perfil sabía que era observado por ella. Nunca sabrían lo que pasaba por la mente del otro. se turnaban en mirarse y cuando ella no miraba su amiga la reemplazaba escondida entre dos cabezas de personas que estaban entre ellas.

Finalmente él, empezó a despedirse del grupo  con el que estaba. Ella observó que algunos le abrazaban y bajó las escaleras en dirección a la salida junto con otros tres amigos. Antes de que abandonase el Jessy, él se volvió y, mirando hacia arriba le hizo una breve reverencia mientras sonreía serenamente. Desconocía si ella se sentiría turbada, le era indiferente. Y ella se preguntó a si misma demasiadas cosas.

No supo si había dejado escapar a su príncipe azul aquella noche. Lo que tuvo claro, a partir de aquel día, era que buscaría aquella sonrisa y aquella mirada en todo muchacho que conociese.

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