Tu vida fue
escrita entre caricias
y también golpes.
Dejaste
volar a quien tenía que quedar
y retuviste
al guardián de tus demonios
Y ahora me buscas
me llamas,
me dices,
suplicas.
Ahora
que otros ojos
me hallaron.
Que otros labios
me dicen
y que otro espíritu
me abraza.
Cerraron
los altares
ante los que juré.
Se marcharon los testigos
de nuestros fallos
y aciertos,
nuestras historias.
Ahora
me niego a encontrarte.
Ahora mis brazos
cambiaron de dueños
y mis labios
nunca se compartieron
y siguen sin compartirse.
Erraste la jaula que abrir;
arrojaste de tu vida
a quien te sintió de veras.
Quedando en tu vida
para siempre
al guardián de las iras,
al guardián de tus demonios.
Hoy estaré contigo
otra vez
cuando duerma y sueñe.
Será entonces
cuando corras a mi encuentro,
me abraces
me mires.
Dándome
esa dosis de amor
que tanto necesito
que tanto demando.
Cogerás mis manos con las tuyas,
en mis sueños
pasearemos
por extraños lugares
que anidan en mi psique
y que nadie conoce.
Solos tú y yo.
Porque
no se aman nuestros cuerpos,
solo pasean,
en mis sueños
hablan,
quieren,
aman.
Me llenas de tu amor
hasta saciar mi yo.
Te vas diluyendo;
yo despierto.
Se abren mis ojos,
suplico que vuelvas;
veo poco a poco
la oscuridad
de mi dormitorio
vacío,
individual.
Vuelvo
a cerrar mis párpados
retorna el sueño
y reapareces veloz
me besas
diciéndome te amo
pero llega
el día y me despido.
He vuelto a la realidad
pero no te olvido.
No sé
si volveré a verte
cuando cierre los ojos
todas las noches.
Solo sé
que te buscaré
cuando duerma;
en cada rincón
de mi mente
para correr a tu encuentro
allá donde vaya
cuando te sueñe
cuando duerma.
Atlántico viejo océano
un sol esculpe tu horizonte
escribe tus páginas
deja tu historia.
Sol que le acompañas
marcasteis la senda
de los hombres.
De barcos que descubrieron,
conquistaron.
Puerta de mil imperios
de días de fuego
y duelos piratas.
Sol y Atlántico
Atlántico y sol
camaradas inseparables.
Testigo uno y actor el otro
Visteis flamear las velas
de barcos de todo
despidiendo las parcas.
Y el horizonte
al que nunca se llega
está ahí
sol Atlántico
en tu vida de siempre
cuando regaste sus mares
con tu fuego de vida
al anciano mar
de los dos mundos
que une
en treinta batallas
de noches brillantes
eternas.
Germinó la roca de los caprichos,
amatistas le llamaron;
no lo sabías
aunque lo sentiste
rotas ya las barreras,
áspid de las tierras del nunca
silenciosa, pacata.
Lacayas de sus obras
orantes de sí mismas.
Sentirás mis mensajes
épsilon de poetas.
Adelante pues con sus cosas
marismas del todo
imagina mis palabras
garañones libres de tu alma
adivina mis palabras.
Sabrás entenderlo
ungiendo tú mi poema,
sentirás mis versos
a través de mis claves porque
nunca te rendirás
acechando mis palabras de débil letra.
Siempre estás ahí,
uniendo las palabras,
sintiendo poemas,
amando tus versos;
nacen los sentimientos
anunciando tu yo.
Girarán las letras de tus poemas
rotondas de futuros,
alfiles estaño
neutros,
diáfanos,
eternos.
Pones al alma en tus versos
orientes de historia completas
estás siempre ahí,
tiempo que sigues
ideas que galopan;
serás siempre tú
allá donde escribas, allá donde vueles.
En el medio de mi vida
hallé tu rostro.
En el medio de la gente
llegó tu sonrisa,
tus ojos,
tu cara.
Y ahora
tu recuerdo me persigue
las noches se alargan.
Pensando en largos paseos
de tardes largas;
de miradas cómplices,
en medio de bosques,
en mitad de las flores.
De manos que se estrechan
eternas,
fuertes,
pegadas.
Y ojos que se enfrentan
en frenética batalla
incrédulos,
alegres,
felices.
Y el paseo
sigue para nosotros
en el medio de mis sueños
no quiero abrir los ojos
deseo que sigas de mi mano.
Me niego con furia
a despertarme
porque
en el medio de mi vida
hallé tu rostro.
llegó tu sonrisa,
llegó tu alma.
Hallé tus ojos entre la gente
escuchabas,
pensabas,
vibrabas.
Y las palabras
salían a tu encuentro
y los versos
se detenían en el aire.
Y entonces encontré tu cara
hallé tus ojos,
y estudié tu alma.
Y desde entonces
la curiosidad me sigue,
me atosiga
me incita.
¿Quien era?
¿por qué?
¿donde?
¿cuando?
Y porque te encontré ese día
deseo
saber de ti más cosas
saber que no fuiste un sueño
sino una sonrisa
entre todas mis palabras
y en el medio de mis versos.
Dos mil años escarbando en el mar
entre horizontes
entre olas.
Y el faro de Roma
escribe sus historias.
En lo alto reina una torre,
milenaria
única.
Gritando a los barcos
que regresen
que no se vayan
que vuelvan.
Porque una luz
en el Finisterre
escribe en el mar
con la tinta de su luz.
Eclipsando estrellas,
y dando testimonio;
de una tierra única,
de una Galicia eterna.
¡Cuanto duelen los recuerdos
cuando se abre
el arcón de los pasados!
Cuando la busco
sabiendo que ya no está.
Cuando levanto
hasta la última piedra
de nuestra ciudad.
Y sé
que la acabaré hallando
en el mismo lugar
que un día
nos besamos.
Porque sé que nunca la soñé
que fue real
que existió
y que fui envuelto
en su incrédula mirada.
Ahora sé lo que pasó,
mis errores,
los suyos,
Y me vuelvo hacia su norte
preguntando por qué
hiriendo
el sonido con su nombre
porque nunca
deserté de su recuerdo
de sus palabras
y también de los eterno
de sus abrazos.
Hojas que partís a la nada
vuestro color
os delata.
Dejáis el bosque sin sus sombras
marcháis del árbol
tapizando suelos,
charcas.
Convertís en oro el árbol madre
antes
de que un vendaval os barra.
siendo el medio de la nada,
el rumor que os cobija.
Siendo
el suelo vuestro corruptor.
Vuestro destino
pedir al invierno
que acabe
y la primavera os llame
en medio de los silbidos
del aire temprano.
Ayer verdes, hoy amarillas
poco a poco
os vais despidiendo
acogiendo otoños
desvistiendo un árbol.
Color de ría
rezumas trabajo
unas botas te escriben
páginas de tributos
en la arena de los esfuerzos.
Un hombre las lleva
y cava entre arena
de bajamar;
recogiendo la ría
sus frutos
su sangre.
Y una ría aparece
con colores cálidos
de ave fénix
que lucha y trabaja.
Recogiendo
el tributo de la ría,
con unas botas escritas
color esfuerzo,
color estambre,
color trabajo.
Sargadelos alma gallega hecha trabajo,
de universales azules
templados en tus hornos.
Tus chimeneas
azotan el aire
con sus azules cobaltos.
Embajadora de Galicia en el mundo,
solo tú sabes hacerlo,
sólo tú sabes crearlo.
Sables isleños
quisieron matarte
pero tu alma siguió erguida,
desafiante.
Sargadelos arte gallega
inmortal;
tu karma no muere
sigue en pie
en lucha eterna
de templados hornos,
hecha emprendimiento
y también arte,
reto,
trabajo.
¡El verano ha muerto!
anunciaron sus hojas.
¡Viva el otoño!
dijeron lo ocres.
Y el bosque ejerció su duelo,
proclamó colores
ejerció su mando
entre castañas y bellotas.
Y el viento
envió las hojas
para decir los cambios,
porque
el bosque se cubrió de almas
para decir que vivía,
que su yunque de piel estaño,
creaba extraños colores
de lo que nadie hablaba
pero todos sabían.
Y el estío despedía
su vida, con un hasta pronto
porque las hojas del bosque dijeron
que el verano había muerto
y llegaba el otoño.
Anochece
en la Galicia de los bosques
de los ocres que dicen
en las hojas que hablan.
Es cuando las nubes
se tocan con la mano,
los ojos las acarician,
las hojas descansan.
Y el bosque cobra vida
en la Galicia mágica
de los exóticos olores,
de las maderas eternas
de hojas caducas
de otoños
increíbles
de nubes paganas.
Y la lluvia espera su turno
con fuerza de extraña fragua
de plata y cobre
que vertebra el bosque
de Galicias profundas
de antiguas historias
de moros falsos.
Mientras el bosque se apaga
en la noche gallega
de otoños blancos.
Una luz de túnel me acecha
en extrañas noches de insomnio
y leo,
leo,
y las palabras cobran vida.
Me llevan a extraños lugares
a siglos extintos
a lugares falsos.
Y la luz sigue al acecho
en las noches insomnes.
Pero los libros me escoltan
durante la noche larga
renglón a renglón,
capítulo tras capítulo,
hora tras hora.
Y la luz pierde fuerza.
No quiero que marche
porque
mientras ella siga viva,
los libros me acompañan
con sus increíbles historias
de lugares mágicos;
en la noche de los insomnios
en las noches de guarda.
Clavo cada página de mi historia,
en el ahogo de las lágrimas derribadas.
Busco cada piedra
de mi pasado.
Y sé que encontraré
tu vida
atrapada
en el abismo de mi mente.
Y la rueda dejará de girar
dejará de llamarte
porque estarás
en las cornisas de mis noches,
en los vacíos
de mis almohadas.
Y ya no me importarán tus canas
ni tus presuntas arrugas
porque tu alma será la de siempre
porque tus ojos
mirarán con incredulidad de aquella tarde
de un perpetuo café.
Volverás
a estrujar mis dedos entre los tuyos,
a bautizar mis poemas con tus lágrimas
y el reencuentro
con tus negativas.
Deseo hablar claro,
fuerte,
decir tu nombre y
que el eco lo repita
un millón de veces.
Porque clavaré cada página de mi pasado,
allá donde habite tu rostro
allá donde exista tu alma.