No digas que no ocurrió nunca
porque sucedió de veras.
No digáis que no lloré
por el hecho de no verme.
Porque sigo dando eses
sin saber donde mirar
sin saber donde hablar
donde querer
donde
rezar.
Y siguen saliendo lágrimas azabache
en monótono concierto
de aves que huyen
pidiéndome que pare
suplicando que venga,
deseando
que le escriba.
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