A la memoria de todos aquellos que el 11 de septiembre de 2001 nos dejaron, por culpa del fanatismo de unos pocos.
Creo que todos recordamos donde estábamos el 11 de septiembre de hace diez años. Quien esto escribe, regresaba de su trabajo a las tres de la tarde (hora española) y mientras conducía escuchaba las noticias por radio cuando el locutor, habló del incendio de una de la torres gemelas. Al llegar a mi piso puse la televisión y presencié en directo lo que millones de personas vieron en todo el mundo. No me separé del aparato el resto de la tarde.
No pude dejar de pensar que la entrada del 2001 la celebré en Manhattan con mis parientes norteamericanos y tuve la agradable experiencia de ver la lluvia de papeles de colores en Broadway. Me mezclé con muchos habitantes de esa Babel que no deja de ser la capital del mundo. Ante el receptor, pensé que muchas de las personas, allí atrapadas, era muy probable que coincidiera con ellas aquella noche de fin de año.
Miles de historias se han contado de esos días de lágrimas y dolor, pero sí quiero contar un milagro real que le sucedió a una persona de mi entorno, y que me ha hecho reafirmar mi creencia en el destino de cada persona.
El protagonista de esta verídica historia existe. Es una excelente persona que solo vive para su familia y lo aprecio sinceramente, tanto a él como a su esposa y sus hijos.
El 11-S, nuestro protagonista tenía una reunión de trabajo en el World Trade Center. La noche anterior su hijo pequeño tuvo pesadillas de que les estaban bombardeando. La mala noche que pasó por atender a su hijo hizo que se quedase dormido y perdiese el tren que comunicaba su barrio con Manhattan. Uno de sus compañeros, al ver que iba a llegar tarde, decidió no tomar el tren y esperarle para que, ya que iba a llegar tarde, no entrase solo en la sala de reunión.
Tomaron juntos el siguiente tren y cuando llegaron, había impactado el primer avión y ya no les dejaron entrar. El segundo avión impactó con las consecuencias que todos conocemos. Según me han contado, todos los convocados a esa reunión murieron en el atentado menos él y el compañero que decidió esperarle. Las parcas habían tomado su decisión.
Han transcurrido diez años. Estuve el mes pasado con él y los suyos durante la vacaciones. Nunca le he preguntado sobre ello (ni lo haré), lo que uno siente sólo lo sabe el interesado. Ahora la tinta correrá estos días sobre un suceso que cambió las cosas y sembró la muerte. Dejo aquí esta pequeña historia de alguien que su futuro estaba decidido en otra dirección y no en la que otros pretendieron que fuese.
El 11-S cambió y nos cambió a todos, porque el mundo occidental se dio cuenta que no era tan inmortal como suponía. Ahora tenemos que reflexionar y aunque sea por la víctimas de ese atentado, hemos de luchar para que nadie se crea dueño de la verdad absoluta e intente socavar nuestros principios. No es el momento de vencer, ahora se trata de convencer. Porque ahí es donde radica la victoria final.
Todos nos acordamos perfectamente de lo que estábamos haciendo ése dia el cual cambió el curso de la historia mundial!!!!los testimonios de las personas que sobrevivieron al desastre ,tal como pienso y creo firmemente de que no existen casualidades en la vida...aquí reflejas una muestra de ello!!!!impresionante....
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