Hoy paseé por mi ciudad y vi como empezaban a demoler una casa. Tenía pasado cientos de veces delante y, sin embargo, nunca reparé en ella. Me fijé unos instantes, sí, me acordaba que tenía grabada en piedra el nombre de un médico. Recordé vagamente cómo salía a veces un anciano con una niña más joven que yo. Poco más llegó a mi memoria.
Imagino que sus moradores se fueron con su tiempo y los herederos prefirieron el dinero. Pensé en la infinidad de historias que podrían contar cada ladrillo, hoy hecho trizas y cada brizna de papel pegado. Serían todo tipo de historias, paredes que vieron reír, llorar, amar. Y hoy su testimonio va directo a la escombrera. ¿Qué pasará ahora? Sencillamente harán un edificio con nuevas paredes que testificarán sobre otras vidas y otras ilusiones. La rueda volverá a girar. Y así sucesivamente.
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