(A una querida amiga, que un día me planteó esa pregunta)
En un monasterio, había un fraile a quien todos veneraban como un sabio. Sin embargo en su interior flotaba una pregunta que no era capaz de contestar : ¿Por qué vivimos?
La idea le preocupaba y la evitaba trabajando y sirviendo a los demás. Un día tuvo que viajar a otro monasterio y se arriesgó a ir solo. Por el camino encontró a un viajero y acordaron ir juntos. Al llegar a un tramo vieron varias piedras que molestaban y podría lastimar a los que por allí pasaran. entre los dos quitaron las piedras. Más adelante vieron en la orilla del camino un agujero que era un nido de serpientes venenosas. Taparon con una roca el agujero para evitar que saliesen y continuaron. A medida que avanzaban hacia su destino, y siempre a iniciativa del caminante, arreglaban lo que podría causar perjuicio a los que vinieran detrás.
Cuando el fraile llegó al monasterio y se despedía de su acompañante, éste le preguntó: ¿Qué te ha parecido este viaje?
En un principio no supo que contestar por lo que el caminante prosiguió: Yo creo que ha merecido la pena porque el camino ha quedado mejor para los que vengan detrás. Tómate la vida como ese camino, no preguntes por qué está el camino sino si ha merecido la pena recorrerlo.
El fraile bajó los ojos brevemente y cuando volvió a ver a su compañero, éste había desaparecido. Desde entonces se preocupo por lo demás con mayor convencimiento porque había comprendido.
Años más tarde, cuando le faltaba muy poco para irse, sonreía diciendo: Sí, ha merecido la pena vivir, ¡ya lo creo que sí!
No te preguntes el porqué vivimos, crea a lo largo de tu vida un mundo mejor para los que vengan detrás, y entonces solo te tendrás que preguntar si ha merecido la pena vivir.
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