Dolores era la cantante oficial del Jessy, su piel dorada y melena ondulada azabache contrastaban con unos ojos verdes imposibles de olvidar. Siempre impecable en sus maneras y su voz, los clientes decían que las piernas de Dolores, se sabía donde empezaban pero nunca donde acababan a partir del tercer coñac.
Cuando cantaba, el piano era un actor secundario, el silencio hacía acto de presencia y la caja desbordaba para alegría del dueño y desdicha de algunas esposas. Como muchos de los habituales del Jessy, del pasado y presente de Dolores nada se sabía salvo que nadie pudo alardear en el café de haberla conseguido.
El día en que Jerry O’Connor destrozó el espejo a tiros, Dolores llegó dos horas más tarde y se enteró del suceso. Supo también que las balas de Jerry eran para ella. Pálida y llorosa abandonó el local con el permiso de todos. Fue la última vez que la vieron en el Jessy.
A la semana siguiente alguien pagó los desperfectos del espejo y Jerry O’Connor salía libre de cargos. La noticia siguiente sonó como una bomba entre los bebedores de Café Jessy: Dolores y Jerry se habían casado y se habían ido a vivir a Florida.
Los clientes del Jessy opinaban que las mujeres podrían ser raras, pero Dolores las ganaba a todas.
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