Desconocemos nuestro destino.
Desconocemos
más de lo que creemos,
más de lo que suponemos.
¿Quién puede
decir que es suya
la palabra futuro?
Nadie puede
dominar todas la teclas.
Nadie puede
tomar nuestras decisiones.
Los campos está llenos.
Demasiados brotes
en forma de intenciones.
De aptitudes arrepentidas,
de idiomas malditos.
La mente
vuela en libre espiral
sin pulso.
Sin nada ni nadie
a quien agarrarse.
Tornarán los tiempos,
lo desconozco.
Solamente sé
que no puedo con la velocidad del río,
tampoco puedo
con su frenética corriente
que es mi existencia.
Pero sí al menos,
puedo y lo haré
el poder elegir la orilla,
el poder elegir
nuestra orilla.
Bellísimo.
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