Me regalaste mil cielos
me regalaste paraísos interiores
de ojos que me amaron
de ojos incrédulos.
Abrazos al que le negaron amar,
del que le negaron la palabra respeto
con una cruz de las burlas humillantes,
con los clavos del desprecio.
Y un billar acudió en mi ayuda
y tu mirada me hizo regresar
acudió en mi socorro
ante un café de manos agarradas.
Luego llegó el destierro
la sed perpetua
de quien bebió tu manantial.
Tus ojos brillaron con tu ida y
tus palabras
me persiguieron en mi eterno camino del nada.
Tatué tu sonrisa en mi dentro
eterna
lozana
y prohibí que me la borrasen
porque me regalaste mil cielos
y sin tú saberlo
salvaste mi alma.
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