Podéis cambiar el rumbo del barco,
pero no podéis
quitar las rocas contra las que lo dirigís.
Podéis impedir que los árboles crezcan
confiscar sus frutos,
pero ya no podréis
cobijarnos bajo su futura sombra.
Podéis describir nuestras enfermedades
pero no podéis
curarnos con vuestra medicinas y hechizos.
Podéis gritar libertad mil veces,
pero no podéis
mantener siempre su sereno y sincero barniz.
Podéis decir que la luna es de todos,
pero no podéis
impedir que goce de su brillo.
Podéis engañar y mentir
pero no podéis evitar
que el tiempo y los hechos os desenmascaren.
Podéis señalar enemigos
pero jamás podréis
frenar que elijan su propia trinchera.
Podéis inventar peligros
pero no podéis
dejar que la incómoda verdad los ampare y defienda.
Y ahora toca esperar
desear estar equivocado
en la única idea
libre y sincera
de que nunca podíais
no quisisteis
y jamás pudisteis
cambiar mi patria
limpiar su tierra.