Viejo carnaval que emerges en mis bailes, viejo amigo de soportes y desencuentros. Busco mis vicios en el medio del nunca y no aparecen. Sigues murmurando ante mis ojos dices lo que piensas y lo escupes en mi alma.
Y la busco en cada mesa de un café, esperando horas a cambio de nada. Creo sentir su mejilla en mi cara y su mano entre mis dedos. Y su mirada arrepentida de que nunca pudo retornar de nuestros errores. Piensa en vacíos futuros que no escogí. El horizonte desertó por los senderos de falsos amigos, de carburantes que nunca dejaron de inflamar el desencuentro.
El carnaval resurge como una máscara veneciana de sonrisa cínica, sonrisa sarcástica que me dice imbécil. Quiero su mirada para siempre; quiero gritarla en cada esquina donde la busco.
Me llama, me dice, desaparece y un río deja jirones de recuerdo en su paseo.
Huelo el otoño en cada ocre del paisaje, en cada hoja que agoniza en su árbol. Te vas deseando quedarte desgranado tus fallos queriendo mutar los reparos, los recuerdos y los eternos carnavales de soportes y desencuentros.
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