Me dejo llevar por la olas de mi dentro, de mi historia infrascrita, deshilachada. Quiero agarrar manos estrechar los arrabales de mis pensamientos, y de mis influencias. Y los barros se diluyen con las lluvias del que resurge. Y deseas qeu diga tus nombres que recargue tus colores y diga lo que un día negaste.
Me llamas entre tus fuegos, repitiendo el nombre que rechazaste y ahora añoras. Sabiendo que iré conociendo y viviendo la intensidad de las horas y minutos. ¿Donde está la Itaca que me obligaron a dejar? ¿Donde aquella ciudad de las piedras que renegó de su Sísifo y testificó por nosotros? Escapó de su mapa se borró de los caminos.
Ahora los errores nos rinden su tributo, nos reclaman sus réditos y exigen sus distancias. Pero sé que el retorno se acercó sin saberlo, ante el café del lugar de las despedidas, de las nostalgias y los recuerdos donde dijiste nunca y ahora lees tu arrepentimiento de verdades. Mil horas de travesías de océanos verdes y azules de galernas y en solitarias escenas. Y la vuelta se cerró, se hizo y se nombró, dejando los rastros de las noches ayunas de sueños y cargadas de recuerdos.
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