No pido tus labios,
aún sabiendo
que curarían
las mil heridas
que supura mi alma.
No pido
el calor de tu cuerpo.
Porque
me basta sentir
tu sonrisa
y el calor de tus palabras.
Y ahora
te pienso
con una fría cabeza.
Diciéndole
al alma:
Tranquilízate.
Gritándome
el corazón:
¡Sálvame!
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