Escribo, porque el temor sigue retumbando.
Porque tu sonrisa llegó tarde al ritual de los sarcasmos
que enfrentan el hedor de lo imprevisible.
Tu mano llegó tarde ante el derribo,
ante el rudo roncar de las galiardas.
Tu caricia palpará el vacío
sin que Raquel llore por sus hijos.
Yo te llamaré queriendo abrazarte
ante la dura suspicacia del retraso,
ante el gruiforme execrar del árcade.
Escribo en la depresión acompañante,
por el vacío que sabe a masacre
junto a la similitud errante de vida.
Hoy saldrás de tu casa pensando si existí,
deseando lo que nunca supe,
lo que nunca averiguaría sin la ayuda del momento.
¡Cuantas sonrisas cayeron sin sentido!
¡Cuanta amabilidad convertida en silencio!
Y tú sigues preguntándote
y yo sigo escribiendo.
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