En mi querida ciudad de Santiago de Compostela y a solo tres meses de la tragedia de Androis, una niña de doce años ha sido asesinada. No voy a referirme a datos que son demasiado conocidos. En estas jornadas tan tristes, todo el mundo ha jugado a detectives, ha jugado a sociólogos e incluso a psiquiatras para entender qué es lo que realmente ha pasado.
En el momento de escribir estas líneas, sus padres están en prisión como presuntos (repito: presuntos) autores. Eran gente conocida y muy apreciada en la ciudad del apóstol; nadie del mundo compostelano lo puede entender.
Ante una sociedad conmocionada por los hechos, los medios de comunicación han hecho su agosto. Lo que estamos viendo estos días, ya no es información de un triste suceso sino carnaza informativa buscando el morbo en su mayor extención.
Se ha satanizado a sus padres, cuando no hay una sentencia que diga que son culpables. No dudo del buen trabajo de la policía y parto de la base que no los han podido imputar sin pruebas concluyentes. Pero hay que recordar que son inocentes mientras no se demuestre lo contrario.
Si son culpables, y se demuestra, soy el primero en desear que paguen de acuerdo con la ley. Pero si al final son inocentes y aparece otro culpable, el daño causado a sus personas será irreparable. Por lo tanto pido a todos que mantengamos la sensatez y no juzguemos. Dejemos de regodearnos en detalles cada vez más escabrosos y dejemos que la justica haga su trabajo para poder darnos una explicación y comprender que ha sucedido realmente.
Asunta ha muerto y creo que no merece este circo mediático.
¡Cuanta razón tienes! Estoy totalmente de acuerdo contigo.
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