Furia que me diste un día, de recuerdos sustraídos. Fue una espina cercenada, fue un orar sibilante. Y en mis prosas te lo cuento todo, narro lo que deseaste, historio nuestros encuentros. Son piedras mudas que podría hablar de nosotros, negándose a subir por las sombras.
Y sonríes mientras recoges las cenizas orantes de tus errores. Errores que lloré, ante el abismo que se me abría en las nubes vigilantes que evitaron mis derrotados pensamientos. Y ahora las paredes tocan a regreso, tocan a reencuentros, negándose a decir no.
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