El deseo se embarca en mis brazos, negro hierro que disputas. Nada será como pensaste, nada se curvará ante tus idas. ¿Donde podremos decir nuestros cuentos? ¿A quien podremos murmurar? Porque el destierro interior se disuelve ante los brotes de tus palabras, descifradas entre mis líneas.
Y las burbujas de tus sueños vuelan en silenciosos conciertos entre tus confesiones, entre tu sinceridad, entre tus arrepentimientos. Y sólo quedan las migajas de tu banquete, migajas que devorarás con pasión y lujuria. Mientras mi memorias se refugia en aquellos años, años que blanqueaban su grisura para volver al negro del que nadie salía.
Y vencí, me negué a una rendición honrosa, me negué a que mis heridas me disolvieran. Y seguiré luchando mientras sigas ahí, mientras me ames y mientras mis labios puedan rezar. Recordarás las palabras que te dijeron, y verás mis lágrimas pasadas cuando beses.
Maravilloso.
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