No quiero trenes esperando en mis estaciones, solo deseo la grandeza de tu paciencia, la nobleza de tu olvido, el resurgir de sus sonrisas. Quiero encontrar tu rostro en cada esquina de mi andar y saber que nunca necesitaste esperar.
Fueron licores mágicos que me demostraron todo y me dijeron vuelve. En la gratitud de tus amnesias voluntarias, ninguna Penélope se pondrá en la estación. Los Domingos son Domingos, y la fiesta será perenne porque tus brazos perdonaron, porque tus ojos dijeron te quiero.
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