Admito
que me dejé
llevar por tus ojos
el día
que me hablaste.
Confieso
que recibí el brillo de tu sonrisa
al acariciarte,
al sentirte,
al abrazarte.
Reconozco
que tu alma fue mi alma
cuando leí tu dentro
entre palabras.
Y ahora
deseo escribirte,
y modelar tu rostro,
entre versos secretos,
tranquilos momentos,
de poemas sin clave.
Bellísimo.
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