Cuando supe tu marcha me di cuenta que hacía cuarenta años que te conocí. Yo solo era un niño que jugaba los Agostos con tus hijos. Recuerdo siempre tu cordialidad y gran amabilidad. Siempre sonriente y con ese español que hablabas cada vez mejor. Nos dejaste porque la vida así marca su compás y su decisión es inapelable.
Yo siempre he sostenido que ya que hay que irse, al menos que sea por la puerta grande y rodeado del cariño de todos. Y tú lo has conseguido. No te llevas bienes terrenales, te llevas el profundo aprecio de los que tuvimos el privilegio de conocerte.
En nuestros recuerdos queda tu pronta sonrisa y tu acento británico interesándote por los que te rodeaban, y siempre con simpatía y una gran bondad. Ahora solo queda, no el adiós sino el hasta pronto. Un fuerte abrazo Brian y descansa en paz.
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