Mi decisión es recordarte,
amiga del pasado,
como si el peso del tiempo
no irrumpiese entre nosotros.
Reniego de los relojes de arena,
elijo
abrazarte en la distancia,
mirar
aquellos ojos que no me dejaban indiferente.
Y elijo sonreírte,
llevándote
el clamor de nuestra risa,
el eco de un cariño que desborda.
Y los mil lugares
de la intacta
república del recuerdo.