Dios un día
me envió un regalo.
No tenía lazos
no tenía papel de colores.
Llegó por sorpresa,
sin tarjeta
sin fechas.
Tenía tu sonrisa,
tus ojos,
tu caricia,
un te quiero.
Tu abrazo.
Te puso en mi vida,
delante;
ese fue mi regalo.
Me hizo mover
mi dentro,
descubrí las lágrimas,
descubrí la vida,
la pasión,
el alma.
Y sentí
tu abrazo en mi yo;
sentí
el cerrar de viejas heridas.
Y al final
era hombre
de carne y barro
de esencia y alma.
Y todo ello
porque un día Dios
escuchó mis versos y palabras,
y te envió a mi vida
quizás como reparación,
o tal vez
en forma de presente,
en forma de regalo.
Maravilloso.
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