Basada en una historia real
Cuentan que en el año 73, un niño y sus hermanas contemplaron en un escaparate de la librería de su barrio, una figura de belén. Era un pastor que dirigía con un palo un carro de bueyes. El año anterior sus padres habían comprado un belén nuevo con figuras infantiles y los niños de 8, 6 y 5 años pensaron que podría lucir mucho en el nacimiento de su casa.
Sin que ellos lo supieran, su abuela les había escuchado y entró en la librería con la excusa de coger una cosa que necesitaban. Mientras el niño seguía ante el escaparate, vio con desolación como el librero cogía aquel pastor y sus bueyes; alguien lo había comprado y se sentía muy fastidiado sin entenderlo. Cuando llegaron a casa su abuela les entregó un paquete. Al abrirlo, los hermanos descubrieron al pastor y sus bueyes y corrieron a ponerlo en el belén. Y durante muchas navidades el pastorcillo lucía en el belén de figuras infantiles. Era distinto a las demás figuras pero no importaba, era el único carro del nacimiento.
Pero pasaron los años y los tres hermanos dejaron de ser niños; aquel belén infantil dejó de ponerse y el pastocillo, ya roto su carro, quedó sepultado durante años entre las cajas del trastero. Un día, aquella figura del belén oyó voces y notó que la caja donde estaba junto con otras figuras se movía y alguien abría fugazmente la tapa. notó el movimiento de la caja y, luego, un ruido que le era lejano en el recuerdo. Su caja iba en el maletero de un coche.
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... y desde entonces luce en todos los belenes |
Al cabo de un rato, la caja se abrió y estaba en un salón desconocido ante un hombre, muy parecido a aquel niño que lo colocaba en belenes pasados, lo miraba con emoción. Junto a aquel hombre, dos niños le observaban también mientras escuchaban la historia del pastorcito y su carro de bueyes y como la abuela de su papá se lo había regalado a él y a las tías hacía más de cuarenta años. Los ojos de aquel hombre reflejaban una halo de nostalgia y al pastor no le costó reconocer en sus ojos a aquel niño que lo contemplaba en el escaparate antes de ser comprado y llevado a su casa.
Desde entonces aquella figura de navidad, aquel pastor de belén luce en los belenes sin faltar un solo año a la cita. Ya no lleva el carro de bueyes pero, al ponerla su dueño recuerda con cariño aquellas navidades pasadas y a una abuela que, cuando se fue, se llevó lo más valioso que se podía llevar: el cariño de todos los que la quisieron.
Y cada vez que aquel niño de hace cuarenta años, pone esa figura del nacimiento y la ve, envía al cielo una felicitación de navidad a alguien que lo significó todo a él y a sus hermanas. Feliz Navidad.